En una guerra, la peor parte siempre la lleva la población civil. Vidas y proyectos quedan truncados e invisibilizados por el ruido de las armas, como ha pasado en la República del Alto Karabakh, un territorio autoproclamado independiente objeto de disputa desde hace décadas entre Armenia y Azerbaiyán. El episodio más reciente fue la llamada Guerra de los 44 días, iniciada por la invasión del Alto Karabaj por parte de Azerbaiyán, con el apoyo de Turquía. La contienda enfrentó a armenios y ázeris en la región entre finales de septiembre y principios de noviembre de 2020.

Los 44 días que duró el conflicto supusieron la devastación de buena parte del territorio de la República del Alto Karabakh, también conocida como República de Artsaj o Nagorno-Karabakh, y segó la vida de decenas de civiles por el uso indiscriminado de las armas, según hizo patente en un informe Amnistía Internacional, y provocó la huida de miles de karabakhianes. En total, se calcula que murieron unas 6.000 personas.

Para tratar de superar el conflicto, que se cerró en falso a raíz de unos acuerdos de paz patrocinados por Rusia, y contribuir a la construcción de paz en la región, dos entidades catalanas han puesto en marcha una iniciativa para retomar la reconstrucción de una guardería en el pueblo de Chldran, un proyecto que, como tantos y tantos, quedó parado por la guerra en esta zona rural del país. La Asociación Armenia en Cataluña Ararat y la ONGD Al Karia se han unido para recuperar este equipamiento para la población, una necesidad histórica para el pueblo.

El contexto de un conflicto que viene de lejos

Muchas infraestructuras de la República del Alto Karabakh quedaron devastadas y dañadas por el conflicto, que hizo volver a resonar los tambores de guerra en esta región del Caucas, que hace décadas que sufre de valiente el hecho de ser un territorio en medio de una disputa que viene de lejos.

El Sarkis Hakobyan, presidente de Ararat, explica a Xarxanet los orígenes de un conflicto que se remonta mucho tiempo atrás. Hakobyan también es Joven Embajador en España de la diáspora armenia, un pueblo históricamente perseguido y que sufrió un terrible genocidio perpetrado por el Imperio Otomano entre 1915 y 1923.

Hakobyan relata que Iósif Stalin, líder de la Unión Soviética (URSS), concedió el territorio del Alto Karabakh, de cultura y mayoría de población armenia, en Azerbaiyán, un país históricamente enfrentado a Armenia por sus vínculos con Turquía. Durante la época soviética, el territorio conservó una cierta autonomía dentro del territorio ázeri.

A finales de los años ochenta, sin embargo, en Azerbaiyán tomó fuerza un movimiento nacionalista antiarmenio que resultó en persecuciones y matanzas contra la población armenia, como la que se cometió en Sumgait en febrero de 1988. En respuesta, la población armenia del Alto Karabakh conformó un movimiento a favor de la libre adhesión del territorio a Armenia y, eventualmente, la autodeterminación de la república para decidir libremente su futuro.

Poco después llegó el colapso de la URSS y en 1991 se celebró un referéndum en el Alto Karabakh que se resolvió, casi por unanimidad con el 99,8% de los votos favorables a la independencia del territorio, una decisión que contaba con el apoyo de Armenia. Esto derivó en el inicio de una nueva guerra entre Armenia y Azerbaiyán que duró entre 1991 y 1994.

El conflicto acabó con la victoria de Armenia y la constitución como un Estado independiente de facto de la República del Alto Karabakh, aunque no contó con ningún tipo de reconocimiento internacional. Durante veinte años, el territorio continuó en disputa, dado que Azerbaiyán no aceptó nunca su independencia.

Cerca de dos décadas después, en septiembre de 2020, se produjo la invasión de Azerbaiyán, que resultó en la Guerra de los 44 días. Un conflicto brutal que causó estragos en el territorio y acabó con unos acuerdos de paz patrocinados por Rusia, que consagraron las victorias militares ázeris y cesiones de territorio después de seis semanas de combates. Fue un acuerdo “increíblemente doloroso para el pueblo armenio”, como reconoció el primer ministro del país, Nikol Paixinian.

Habokyan, sin embargo, deja claro que para su pueblo “el conflicto no está resuelto, porque Armenia cree que debe solucionarse de manera pacífica y pactada, mientras que Azerbaiyán siempre lo ha querido cerrar a través de las armas, imponiendo su fuerza militar”.

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Construcción de paz y superación del conflicto

Para intentar curar heridas, mirar hacia adelante y persistir en la superación del conflicto, las dos entidades catalanas han trabajado juntos con el objetivo de hacer realidad el proyecto de reconstrucción de la guardería de Chldran. Fue Ararat quien fue a buscar a Al Kariauna entidad con casi veinte años de experiencia en cooperación a quien el proyecto encajó muy bien.

“Como entidad siempre hemos tenido una especial sensibilidad con las minorías culturales porque acostumbran a ser colectivos perseguidos por la mayoría; así, en el Perú estamos con las quítxues, en Marruecos con las amazigas, en Senegal con los poulares; y por lo tanto nos encajaba muy bien dentro de nuestras líneas estratégicas, que son infancia, mujer y juventud, y al mismo tiempo nos motivó mucho”, asegura el Xavi Barreda, presidente de Al Karia, que destaca que este es el primer proyecto catalán de cooperación que realiza una intervención en el Alto Karabakh.

El objetivo, aparte de rehabilitar la guardería, claro está, es poner un poco de luz y hacer visible un conflicto muy silenciado en los medios de comunicación, como hace patente el Xavi Barreda, que expresa su contrariedad porque nadie está ayudando al Alto Karabakh: “hablamos de un conflicto totalmente abandonado e invisibilizado, y creemos que no puede ser que en otros procesos de invasión, como el de Ucrania, se vuelque toda la comunidad internacional y luego tengamos otras realidades que parece que a nadie le importan”.

Para sacar adelante el proyecto, las dos entidades cuentan con una subvención del Ayuntamiento de Santa Coloma de Gramenet, donde vive un grueso de personas migradas de Armenia, y han puesto en marcha una campaña de micromecenazgo a través de Mi grano de arena para recoger aportaciones de la comunidad y la ciudadanía.

Además, Barreda recuerda que existen resoluciones favorables a la solución pacífica del conflicto y en solidaridad con el pueblo armenio por parte del Parlamento de Cataluña y del Ayuntamiento de Santa Coloma de Gramenet, entre otros. “Es otra de las razones por las que nos hemos implicado, porque existen apoyos institucionales para favorecer este tipo de proyectos que ayudan a superar el conflicto y a construir una cultura de paz”, reza el presidente de Al Karia.